domingo, 27 de noviembre de 2016

el honor de Mulán



Mulán es quizá mi película favorita de Disney. La fui a ver al cine con una de mis mejores amigas cuando iba en la preparatoria, y recuerdo su expresión de desconcierto cuando supo que esa era la película que quería ver. La quería ver porque soy fan de las películas animadas de Disney, pero fue una experiencia grandiosa verla. Al salir del cine mi amiga me dio la razón señalando que había sido buena idea ver esa película “de dibujitos”.

Años después, cuando me convertí en padre de un hermoso niño, Mulán fue también una de sus películas favoritas cuando era muy pequeño. Tenía dos años y sólo quería ver Hércules y Mulán (Mulán y Úlules), así que no fue un martirio para mí ver y ver y ver siempre la misma odiosa película que adora tu hijo. Ahí estábamos los dos: mirando, disfrutando y cantando; cantábamos mucho esas canciones.

Hace poco estando con Gil, en nuestra plática salió el tema del honor y el deshonor, cualidades que en este país en el que vivo se desconocen o se malinterpreta su significado.

Y es el honor el tema de Mulán. Todas las situaciones importantes de la historia tienen la motivación del honor de la persona que la realiza o del deshonor que quiere evitar llevándola a cabo.

Mulán debe mantener el honor de su familia impresionando a la casamentera, su padre debe conservar su honor yendo a la guerra aun si no está bien de una pierna, el honor de Mulán la impulsa a reemplazarlo, y así, hasta el momento en que el mismo emperador se postra a sus pies honrándola frente a toda su nación. Y bueno, el final siempre trae mis fáciles lágrimas a escena, luego de que Mulán da a su padre los obsequios que le ha dado el emperador para honrar a su familia él le responde que el mayor honor y obsequio es tenerla como hija.

Gil estaba maravillado de ver tantas cosas que no había visto antes. Una semana después vimos Mulán y cantamos Mi chica es la razón, una vez más.



viernes, 25 de noviembre de 2016

Otras reflexiones...



Más de una vez me he preguntado si tendré algo sobre lo que escribir al pasar de los meses, si podré seguir publicando cosas en mi blog, si podré seguir tecleando algo que valga la pena leer. Creo que son lapsus de pesimismo o incertidumbre, quizá de hartazgo. Sentir en algún momento si es que tiene algún sentido seguir tecleando mis ideas, recuerdos, opiniones y frustraciones, si a alguien realmente le interesa lo que pueda contar, decir o repetir. Si tiene caso aferrarme al compromiso que me hice, si tiene caso continuar escribiendo al menos para mí. Si es que podré seguir haciéndolo.

Pero algo que hasta el momento no he pensado en los casi tres años y medio que llevo escribiendo y publicando es en dejar de escribir. Pienso que seguiré escribiendo todo lo que me reste de vida, no concibo la idea de detenerme, aun si ya no hago públicas mis letras y se vuelven esporádicas No creo que pueda dejar de hacerlo incluso si como a otros algún impedimento físico me impidiera hacerlo personalmente. Creo que buscaría la forma de seguirme expresando con palabras. Pero uno dice muchas cosas cuando está enamorado y en verdad se cree los “parasiempres” que se expresan sin pensar en lo que vendrá. Nunca se sabe lo que vendrá.do est

Dice mi amigo Vicente que es un vicio muy malo este de escribir, supongo que sólo bromea, yo creo que es el más hermoso. Se hace uno adicto a escribir palabras, se maravilla con los enunciados que salen del alma y que a veces uno no se cree que los ha creado, se hace uno adicto a decir lo que se piensa, a expresarse con libertad; cuando uno es honesto.

Y se hace uno también adicto a ser leído, a ver que hay algún desconocido que ha venido a leer lo que has escrito desde la otra punta del continente o desde el otro lado del mundo; mucha más adicción generan los comentarios positivos que alguien te obsequia, aunque puedes creértelos y nublar tu juicio, alimentar de más tu vanidad, dejar crecer tu ego y sentirte un héroe de papel. Se vuelve uno adicto a decir, incluso si tus decires son incómodos para la mayoría, si uno se llega a cuestionar cosas que se supone no admiten respingos ni interpretaciones. También hay adicción en crear polémica.

Por ahora seguiré escribiendo mis necedades. Por fortuna hay quien quiera leerlas. El tiempo que sea, estará bien.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

A veces... (Reflexiones de un bloguero III)



A veces me inspiro, bueno, no lo siento así, pero esa es la palabra común para referirse a eso. Cuando el tiempo invertido en crear algo da frutos, grandes o pequeños, no importa. Sale algo que se ve bien, al menos desde nuestra mediocre o vanidosa perspectiva.

A veces me peleo con un primer párrafo más tiempo del que quisiera. Le doy vueltas una y otra vez, le agrego y le quito palabras, frases completas, lo leo y lo releo demasiadas veces, para después de un rato, con la inspiración posada por fin en mis hombros, transcribir esa idea que me rondaba la cabeza en un nuevo párrafo expulsado con mucha más facilidad que ese otro tan necio y estreñido. Luego elimino completo al latoso aquel, ya no sirve.

Algunas pocas veces casi todas las palabras que soportan la edición y última relectura salen de un tirón, y las ideas subsecuentes y los párrafos siguientes se alistan y se codean con otros para salir de inmediato, aun si el enunciado previo todavía no está terminado. De hecho debo interrumpir ese enunciado para escribirlas abajo y que no se pierdan en mi confusa mente, porque además son celosas las cabronas, y de no ser pronto tomadas en cuenta se refugian muy dentro de mi cabeza donde ni todo mi esfuerzo es capaz de traerlas de vuelta y vestirlas en papel. Casi nunca en papel, en la página del Word para luego viajar a la página del blog. A veces, si forman parte de un texto afortunado recorren el ciberespacio de blog en blog, de un perfil a otro, compartidas. Son dichosas y yo más.

Hay ideas tercas y ególatras, que no se conforman con haber sido publicadas y compartidas desde computadoras en ambos lados del océano, que se cambian las ropas y el peinado, se adueñan de un gesto diferente y vuelven a hacer fila, esperando volver a ser publicadas. Esas obsesiones y filias son tercas las hijasdeputa, son las culpables de que alguien me pueda decir que de eso ya había hablado o que eso ya lo he dicho antes. Pero bueno, cada quién sus obsesiones y sus perversiones.

El chiste es no dejar de escribir.



jueves, 17 de noviembre de 2016

Ultraversal


Un día de noviembre de hace tres años recibí dos invitaciones para formar parte de una nueva comunidad de Google+. Una comunidad que buscaba la solidaridad y el crecimiento mutuo entre los blogueros que participaran en ella. Tenía un ideario y unas reglas claras y sencillas basadas en la participación de sus miembros: publico mis escritos pero estoy dispuesto a leer y comentar los escritos de los demás.

En otras palabras, buscaba darle sentido a la palabra Comunidad literaria.

Un asunto muy sencillo, pero no para todos. Mucha gente no aceptó las reglas y declinó la invitación. Otros sí, pero al poco tiempo la abandonaron porque sus enormes egos no permitían que un extraño les hiciera correcciones o sugerencias, tan acostumbrados a degustar insípidos: guauuuu, wowwwww, maravilloso, increíble y demás adjetivos ramplones otorgados en el afán de muchos creyentes del “sígueme y te sigo”, “di que te gusta lo que escribo (no tienes que leerlo) y yo diré lo mismo de lo tuyo”.

Siendo así las cosas, sólo quedamos poblando esa Comunidad virtual un pequeño número de personas, que al correr de pocos meses habíamos comenzado a tejer una bella amistad. ¿De cuántos intercambios poéticos fuimos testigos, de cuántos obsequios literarios?

Nos hicimos de una casa virtual. Un santuario a veces (más de las que hubiéramos querido) perturbado por gente que creía que esta era una comunidad como cualquier otra, sí, de esas donde todos postean sus cosas y nadie lee las de los demás, de esas donde cualquier fulanito invita a todos a pasar, compartir y comentar sus escritos. ¿Les suena familiar?

Pero esta Comunidad sólo era una parte de un proyecto mucho más grande. Ultraversal era un foro poético literario gratuito donde si te decidías podías aprender a escribir, donde mucha gente aprendió a escribir, donde muchos más crecieron como escritores. Un proyecto generoso y desinteresado que daba a manos llenas.

El proyecto ha terminado. Estuvo vivo trece años –decir vivo es usar el adjetivo adecuado– resistiendo todo tipo de adversidades. Sólo los que formamos parte de él podemos saber todo lo que ahí se vivió, todas las alegrías vividas y tragos amargos que trajo consigo de la mano de mentes mezquinas.

Estoy triste pero también creo en la eutanasia.

Flor Ultraversal. Ovidio Moré.

viernes, 11 de noviembre de 2016

de ignorancias musicales



Dentro de mi ínfima cultura musical y la enorme ignorancia que viene de su mano, primero conocí las versiones en español de muchas de las grandes canciones en inglés que forman parte de la banda sonora colectiva de mis coterráneos. Mis padres están lejísimos de ser melómanos o cosa parecida y no tuve un hermano mayor que me orientara hacia aquellas melodías que eran las más chingonas. Contrario a lo que debiera ser, fue de mi hermano menor de quien me llegaron al oído algunas de las grandes canciones que se han escrito. El trajo a Queen, a Guns and Roses, a los Beatles y a Radiohead, por mencionar algunos, aunque también a Silvio y sus hermosas canciones.

Los discos que mis padres escuchaban eran básicamente de baladistas o de Pedro Infante, que bien cantaba rancheras, boleros, valses o huapangos. José José, Roberto Carlos, El Pirulí, Carlos Cuevas, Raphael, José Luis Perales, Rocío Durcal, Guadalupe Pineda y algunos otros. Pero también escuchábamos los discos que habían comprado para nosotros: los Pitufos, Juguemos a cantar, Parchís, un disco de Chiquilladas y el extraordinario Cri Crí, disfrutado por gente de cualquier edad. De hecho ya era adolescente y seguía poniendo de vez en cuando los discos del grandioso grillito cantor.

Así que hay canciones que ni siquiera sé cómo se llaman en sus versiones originales, pero puedo cantar grandes fragmentos de sus versiones en español:

Ni hablar. Estamos condenados a los gustos y disgustos de nuestros padres. Y a sus caprichos también.


martes, 8 de noviembre de 2016

Prejuicios



Sigo asociando la masturbación con algo negativo, con algo sucio sería más pertinente decir. De la misma forma en que no puedo ver una falda corta sin asociar a su portadora con una mujer fácil, medio putona diríamos con los cuates. Está alojada en alguna parte de mi cerebro esa pequeña e incómoda cláusula puritana que no he podido extirpar, así me sienta orgulloso de mantener la mente abierta. Tengo mis prejuicios. Supongo que todos los tenemos.
No puedo masturbarme pensando en ella. Me gusta demasiado. Ya superó por mucho el gustarme. Se instaló en mi mente y me ha enamorado, u obsesionado. Para el caso es lo mismo. La pienso en una imagen de perfección irreal. No creo que puedas masturbarte con la imagen de la chica de la que te has enamorado. Yo al menos no puedo, pero tampoco lo he intentado. No sé si otros lo harán. Ella, ellas, con las que sueño, a las que quisiera junto a mí, con ellas no puedo imaginarme poseyéndolas mientras me masturbo. Lo que siento es algo parecido al amor, y eso, creo que es más puro y excluye la masturbación.
La idealización que he hecho de su persona no me permite usarla en mi repertorio de amantes imaginarias. Ni con esas hermosas nalgas que tiene. Sí las he mirado, sí las he admirado, sí he deseado tocarlas y sentirlas, y besarla mientras las tomo entre mis manos, apretándolas suavemente; pero no puedo poseerla en mis rituales onanistas.
Al parecer todo lo aprendido de niño permeó profundo en mí. Porque me fascinó verle las piernas en esa falda, con esos tacones; de la misma forma en que me encanta que lo hagan las demás, que aderecen bellamente los días con esos sublimes bocados de belleza. Pero una punzada constante me jode también. “Una falda tan pequeña no la usa un chica de bien, una mujer educada y con clase. Eso es digno de una mujerzuela que algo andará buscando”.
¿Cuántas veces habré escuchado la puritana cantaleta mientras crecía?