Dijo González Iñárritu en uno de los
discursos de sus 3 oscares que esperaba que México tuviera el gobierno que
merece. Una vez que miras a tu alrededor y contemplas la putrefacción evidente
de tu país, sí, ese que te dijeron que era el más bonito, el más chingón,
parece que se equivocó el negro: tenemos el país que nos merecemos. (Los
gobiernos son elegidos por las mayorías, al igual que se hacen las generalizaciones,
qué le vamos a hacer. Sé que no todos entran en el mismo costal.)
México es un país desinformado, que lee
poquísimo y lo que más se lee –hojea, sería más pertinente decir–, son chismes
de farándula o deportes. Un país donde se siguen reproduciendo los mismos
esquemas de corrupción y la idea del bienestar común es de dientes para afuera.
Un país donde las personas más seguidas en
redes sociales son artistitas superficiales (Paulina Rubio, Anahí, Thalía) y
por ese mismo medio se propagan agresiones y descalificaciones sin sustento.
Para que algo cambie en materia de leyes
debe ser aprobado por las cámaras de representantes, cámaras que aprueban y
desaprueban a su conveniencia (ya hicieron algo de justicia al recortarse 100
pesotes de su escaso salario), y su conveniencia, como es de suponer, sólo
conviene a ellos.
Tenemos un gobierno carente de legitimidad
que gobierna con mucho menos del 50% del apoyo del electorado, cosa que no
cambiará porque a los partidos y sus representantes no les conviene: total, que
siga ganando el menos peor o el más guapo.
En fin.
Todos sabemos de las casas, los contratos
y los regalos; de los gastos, los vestidos y los excesos; de los desaparecidos,
asesinados, de la impunidad y el narcoestado; de la censura, los lameculos y el
abuso de poder. Pero parece que no pasa nada.
Sólo reír de los memes de moda y compartir
los artículos de indignación sin haberlos leído. Sólo eso.
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