jueves, 5 de marzo de 2015

El valor del ingenuo.


Me gustaría tener el valor y la ingenuidad del que escribe un bodrio y lo publica pregonando a los 4 vientos que ha escrito una novela. Me gustaría tener la confianza excesiva del que se dice escritor sin que sus textos posean un poco de gramática y sintaxis, o el que se nombra poeta, y crea versos infantiles de rimas simplonas. Del que se cree artista porque se organizó una exposición y exhibe sin pudor sus obras malhechas. Incluso, me encantaría ser el narcisista que se la pasa hablando de su grandeza, aun si todos saben que es un imbécil. Mucho más en este mar de halagos baratos, en serie, que buscan seducir más que apreciar; pero de críticos frustrados, que no pueden apreciar la belleza y profundidad que habita en un alma atormentada, de un artista: loco y poeta.

Me daría pena, pero sí me gustaría.

Me tocó más bien estar en el bando de los que desconfían del poco o mucho talento que poseen. De los que no se la creen y suponen que cualquiera es mucho mejor que ellos. De los que temen hablar bien de ellos mismos pensando que los demás los tomarán por patéticos ególatras enamorados de sí mismos. Los que andan a tientas esperando no regarla, no decepcionar a nadie. Cómo si a alguien le importara. De los que temen a las críticas, magnificándolas, despojándoles de su justa dimensión. Un puñado de enfermizos inseguros, temerosos de su sombra.

También me doy pena a veces, pero se aprende a vivir con uno. 

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