jueves, 29 de agosto de 2013

sobre hablar y escribir


Dicen que las palabras se las lleva el viento. Las palabras pronunciadas, dichas, susurradas bajito o gritadas estruendosas. Aquí, dicen también, “papelito habla”. Lo que se escribe queda para la eternidad, o para cuando sea destruido.

Cuando uno habla, no tiene forma de editar lo que dice, lo que ya ha sido dicho. Las palabras, una vez dichas, no hay vuelta atrás. Nada de que: No quise decir eso, ya lo dijiste. Si mi lenguaje es pobre, si no puedo articular lo que quiero decir, si tengo demasiadas muletillas, no hay marcha atrás: se dice como se puede. La cosa es que al escribir, –mucho más ahora con las computadoras u ordenadores*–, uno puede corregir lo que escribe, hasta dejar las cosas como uno mas o menos quiere. Si tuve un error de dedo, u oprimí la “v” en lugar de la “b”, escribiendo “vonita”, puedo corregir mis desatinos. Nadie pensará que fui descuidado o que soy un imbécil.

Qué puedo entonces pensar de una persona que no puede siquiera escribir una palabra completa, que escribe palabras mochas o sin espacios entre ellas y ks (como ponches de beisbol) en vez de escribir la pequeñísima y fácil de escribir, palabra “que”, con o sin acento. Que no tienen la decencia de mirar si lo que han tecleado es entendible.

Por otro lado, creo que si te vas a aventurar a publicar algo, o a escribir una “bella frase” en una postal, –dando o no el crédito al autor– al menos deberías checar que lo que has escrito está bien escrito, digo, tal vez no es culpa tuya tener una nefasta ortografía y no saber la diferencia entre méndigo y mendigo. Pero si estás haciendo algo que quedará plasmado, pues deberías tener la decencia de escribirlo bien. Además, para hacerlo, no hay que ir a abrir una enciclopedia o un diccionario, sólo meter la palabra al google, a la Wikipedia (biblia de los estudiantes actuales), o a donde quieras.

Sé que es una postura muy mamona de mi parte, pero creo que quien no puede leer acentos, quien lee de la misma manera méndigo, mendigo y mendigó, no sabe leer. Así de simple.




* El Castellano de mi país, también llamado Español mexicano, nos viene de España, como es sabido. Pero con las nuevas palabras, palabras modernas, que antes no existían, las hemos tomado del inglés, de los Estados Unidos. Así, en México no tenemos ordenadores, tenemos computadoras (computers); ni móviles, tenemos celulares (cel phones).

lunes, 26 de agosto de 2013

Los amantes pasajeros


Comenté en “Me gusta ir al cine”, que uno debe informarse antes de asistir al cine. Uno debe tener al menos una cierta noción sobre lo que trata la película, a riesgo, entre otras cosas, de ser engañado por la publicidad del filme en cuestión.

Esto lo retomo a raíz de que se estrenó aquí hace algunas semanas “Los amantes pasajeros”, de Pedro Almodóvar. Y en los anuncios que se hicieron para la televisión, la película fue promocionada con Antonio Banderas y Penélope Cruz; en “la nueva cinta de Almodóvar”. Nada más lejos de la realidad. Sí aparecen estos dos españoles dentro del reparto, pero su actuación no rebasa siquiera los 5 minutos. Mas bien ellos hacen lo que se conoce como “cameo”.

Dijo el propio Almodóvar que esta película es un viaje a sus orígenes como cineasta. Una comedia con bastantes tintes sexuales, y homosexuales. Una película ligera, algo absurda, pero divertida. Disfrutable, si esto te va.

La cosa es, que al menos en la función a la que yo entré, varias personas se salieron de la sala antes de que la función acabara, supongo que por las razones enunciadas arriba (tintes sexuales y homosexuales). No es la primera vez que soy testigo de algo parecido. Cuando se estrenó Funny people de Judd Apatow, aquí la nombraron Siempre hay tiempo para reír, el poster de la cinta era demasiado engañoso para alguien ignorante del asunto. Las imágenes de Adam Sandler y Seth Rogen, sobre el texto “Siempre hay tiempo para reír”, te hacen pensar en un tipo de película muy pero muy distinto al que se proyectó. El resultado, más de media sala se vació, porque sí era una comedia, pero una comedia de Apatow: con un lenguaje bastante obsceno y un humor más que ácido a ratos.

Otro caso que recuerdo bastante, fue igual con Adam Sandler, en Punch drunk love, de Paul Thomas Anderson, aquí “oportunamente” titulada Embriagado de amor, que si somos justos tiene bastante que ver con el nombre original, pero que al espectador despistado confundió bastante. No era otra comedia divertida y simpática de Sandler, era el filme que le dio a Anderson la Palma de oro al mejor director. Polos opuestos.

Mi hermano cuenta la graciosa anécdota del día que fue a ver Ciudad de Dios. Dos ancianas salieron de la sala maldiciendo esa película…

Y las distribuidoras están en su negocio: vender más boletos. Sabemos que las formas no importan tanto, no les importan tanto, nada, mejor dicho. Leí hace tiempo que Jesse Eisenberg, demandó a una productora o algo así, por usar su imagen como imagen principal de una película bastante mala, justo después de que fuera nominado al Oscar por Red Social. El argumento era precisamente éste: no iba a permitir que engañaran al espectador, siendo que él no protagonizaba la película. Hay gente honesta.

Esta historia se seguirá repitiendo, estoy seguro. La cosa es si nos siguen engañando o si no nos dejamos. Aunque supongo que a mucha gente le importa poco esto. 

viernes, 23 de agosto de 2013

de tu arte a mi arte...


“De tu arte a mi arte, prefiero mi arte”.
Refrán popular alburero.


Decía Ulises Guzmán –supongo que lo seguirá diciendo- que los críticos son las únicas personas que se masturban con miembro ajeno.

La columna final de Antón Ego en Ratatouille (para mí una obra de arte), es una radiografía extraordinaria de la labor del crítico, la mayoría de las veces despectiva y pesimista; producto de la increíble mente de Brad Bird.

Lee uno en ocasiones que tal película dividió a la crítica: recibió por igual aplausos de pie, que abucheos sonoros. Cómo es eso. Cómo puede ser posible que una misma obra provoque sentimientos tan dispares sobre ella, en gente que se supone son “expertos”. A quién le creo, al que aplaudió parado –tal vez sólo para darse a notar- o al que abucheó con todas sus fuerzas. ¿De cuál me fío?

Es “peligroso” –qué exagerado- escuchar y tomar en cuenta recomendaciones de películas, de cualquier hijo de vecino; sobre todo de aquellos que se sienten “expertos” y hablan por ejemplo, de que “la fotografía fue excelente”, sin tener una idea de lo que esto es. A veces llegas a ver “cosas horribles” que alguien te recomendó como una buena película. O a la inversa, no ves una gran película que no fue del agrado de alguien más.

Pero volviendo al tema. Quién determina qué es arte y qué no lo es. Quiénes son “artistas”. Será que, el hecho de que un imbécil sin criterio haya estudiado historia del arte en una universidad cara, le da el derecho de decidir si esto o aquello tiene valor artístico. Porque en su momento Van Gogh fue un desubicado, sin ningún mérito en su trabajo. Ningún “experto” vio lo que después todos veían, lo que ahora todos vemos. Si es que lo vemos.

Por otro lado, creo que el asunto también se circunscribe al lenguaje. Porque si yo tengo como pasatiempo pintar, no por eso soy un “pintor”. Aunque eso hago, pinto. De igual manera, si yo escribo, -lo que quiero, como puedo, a veces sin saber si uso correctamente los signos de puntuación o si sé poner acentos- no por eso puedo denominarme “escritor”, pero eso hago, escribo. Entonces, nuestro lenguaje resulta limitado, para nombrar a cada quien de diferente manera. Para diferenciar al pintor artista, del pintor aficionado. Al que escribe porque quiere, del “escritor”.

De igual forma con la palabra “artista” - en estos tiempos, súper extensa y ambigua-. Es una de esas palabras que a veces ponemos muy caras, y en ocasiones abaratamos demasiado. Porque resulta, que para mi familia: para mis padres, tíos, abuelos, etc. , tal vez yo era -o soy- un artista, porque iba a mis clases de pintura y pintaba mis paisajes y bodegones copiados. Para otros, probablemente me convertí en artista, hasta que empecé a crear cuadros míos, cuadros propios. Para conocedores o expertos en el área, tal vez tampoco podía ser un artista, o tal vez si, no lo sé.

Dicen que el arte es transgresor. Que es innovador. Que va donde no se ha ido antes. También dicen que en estos tiempos cualquier mierda es arte, y a veces parece que sí. Porque tampoco se puede transgredir por transgredir, o ponerte a aventar pintura porque se ve “padre”.

En Noviembre –película para mí entrañable -, Achero Mañas juega un poco con estos asegunes artísticos. La idea de hacer algo “totalmente original”, con valor artístico, algo revolucionario: el arte gratuito, porque de otra manera es una forma de prostitución, porque el artista crea por el placer de crear y no por la retribución económica; o la búsqueda constante de originalidad, porque de otra manera te estás repitiendo. Son dos premisas más que complicadas.

Conocí un grupo de malabaristas callejeros totalmente obsesionados con esta película, que buscaron emular lo ahí mostrado. No sé si sabiendo que al hacerlo, iban contra el espíritu del filme, a mi parecer. Yo decía que se quedaron en el viaje de Noviembre.

Pero bueno, la cosa es que no va uno a estar pensando si su trabajo cubre los requisitos para ser arte o para ser bueno. Si uno tiene las cualidades necesarias o la disciplina requerida para ser un “artista”. Uno hace, lo que le da la gana hacer con las cualidades o el talento que tiene. Y claro, también te encuentras gente mediocre, que se creen los grandes artistas, que creen que rebosan de originalidad. Pero bueno, dicen que hay de todo en la viña del señor.

Mientras tanto, yo me quedo con este popular refrán acá en mi tierra: De tu arte a mi arte, prefiero mi arte.


sábado, 17 de agosto de 2013

Mi tipo de mujer


No tengo un tipo de mujer. Lo que se conoce como un tipo de mujer. Como cuando dicen que a fulano le gustan flaquitas o güeras o de cualquier otro tipo. Simplemente me gustan las mujeres. De todos tipos. Y es obvio que no estoy diciendo que me gustan todas las mujeres, pero puedo ser atraído físicamente lo mismo por una alta, que una bajita; una morena, rubia, pelirroja o trigueña. Delgada, “llenita”, gordita o de complexión media. Llena de curvas o sin una sola. Con 10 años menos o 10 años más que yo. No tengo una predilección. Me sorprendo admirando mujeres bellas de todos tipos.

La cosa es que me di cuenta de que sí tengo un tipo de mujer. Sólo que no es un tipo físico: Que tome, me refiero a que sea bebedora social, tampoco quiero una alcohólica, no quiero que hable de que tomar  es malo; pero que no fume, no tolero el olor a cigarro que queda impregnado en ropa y rostro, el maloliente tufo que arruina un beso. Que sea librepensadora: no toleraría a una homófoba o conservadora, a una persona llena de prejuicios. Que sea libre de decir lo que sea que pase por su cabeza. Con quien pueda hablar de cualquier tema, simplemente por el placer de hacerlo. A quien le puedo comentar cualquier cosa que se me ocurre. No podría yo estar con una fanática religiosa, o de cualquier tipo, pero menos religiosa. Que hable con libertad, y que al igual que yo, esté en contra del concepto de “malas palabras”: que por ejemplo, pueda conjugar todas las posibles combinaciones de “la chingada”, y claro, usarlas adecuadamente. Que le guste el cine, el buen cine: que al menos tenga noción de quien es Darren Aronofski.  Que entienda, que su vida es suya y la mía es mía, y simplemente decidimos vivirlas juntos.

Soy afortunado porque “tengo” una mujer así. Porque me ama una mujer así. Con todos nuestros defectos, con todas mis obsesiones, con mi pasado.  


lunes, 12 de agosto de 2013

sobre el aborto



Estoy a favor de la legalización del aborto. Creo firmemente que una mujer tiene el derecho de poder abortar si es que así lo considera (it's my body, it's my choice). Si cree que es lo mejor para ella. Creo en el derecho de elegir.

He escuchado toda clase de argumentos en contra del aborto. Que si esa mujer calenturienta no quería tener hijos, debió haberse cuidado. Que si estás asesinando a un ser humano, indefenso. Que sólo dios (el dios de los católicos, claro está) puede decidir sobre la vida y la muerte. Que sólo debiera permitirse en casos de violación y/o malformaciones del feto. Que si una mujer se practica uno, le será muy fácil seguir haciéndolo durante su sexosa vida. Y otros tantos puntos de vista que van sobre lo mismo. Todos ellos apuntando a que los que piensan como yo, sobre este particular asunto, no somos mas que una banda de asesinos inconscientes, de seres sin sentimientos ni moral.

No sobra decir que todos esos argumentos, se caen fácilmente. No tienen mucho sustento.

Pero resulta que en países más civilizados que el mío - y en otros que no tanto- el aborto es permitido. Está legislado, y es una opción para una mujer que por cualquier situación se embarazó, y no quiere, por su propio bienestar y el del ser que vendría, tener ese bebé. Es una decisión difícil, personal o de pareja. Una decisión que debe respetarse. Porque además, han comprobado que dentro de esas primeras 12 semanas, el “producto” todavía no es una persona, o un ser humano[1].

La legalización del aborto no obliga a nadie a abortar. Pero nos da, les da a las mujeres, la opción de elegir. De decidir.

Por otro lado, creo que la iglesia debería callar, simplemente por vergüenza. Tiene las manos demasiado ensangrentadas como para alegar que defienden la vida. Incluso, cuántas monjas no se habrán practicado algunos.

Otra cosa resaltable es que la legislación que permite el aborto en el DF, hace un poco de justicia social. Ya que ofrece esta opción, de forma segura para toda la población, y no sólo para las familias adineradas que pueden pagar doctores caros en clínicas seguras, protegiendo el “buen nombre” de sus “traviesas” hijas. Porque todos sabemos que los abortos se practicaban antes de ser permitidos, y también sabemos en qué forma se llevaban a cabo.

Y bueno, todo este discurso viene porque hace poco vi en la tele “Freakonomics”, un documental interesante, que entre otros puntos, muestra un dato para tomar en consideración:

Resulta que en Estados Unidos, a finales de los años 80, había una tasa alta de criminalidad, y los expertos auguraban que se incrementaría en los siguientes años. Pero, aparentemente de forma “milagrosa” y contra todos los pronósticos, el crimen descendió, sin saberse a ciencia cierta la causa. Hipótesis hubieron muchas.

El economista Steven Levitt, se dispuso a investigar la o las causas de tan grandiosa situación. Y tras su proceso de investigación, descubrió que una de las causas, la más importante quizá, se remontaba a 1973 (Roe vs Wade), año en que se aprobó la legalización del aborto en todo Estados Unidos.

La conclusión es contundente. Diecisiete años después, “toda una generación de hijos no deseados nunca nació”. Toda una generación de niños sin cariño ni cuidados, carente de amor paternal, no existió nunca. No pudieron convertirse en criminales o cosa parecida.

Ahí están datos duros, verificados. Producto de un proceso científico. No información basada en “asegunes” y dogmas maltrechos. Y sobretodo creo, un punto de vista importante, para tomar en cuenta.

Aquí está la dirección para poder ver el documental completo. Vale la pena.

http://www.teledocumentales.com/freakonomics-el-lado-oculto-de-la-economia/ 



[1]http://www.jornada.unam.mx/2009/10/22/index.php?section=ciencias&article=a02n1cie